Comentario
Batalla de Xochmilco
Estuvo allí dos días, envió los heridos a Tezcuco, y él partió para Huaxtepec, que tenía mucha gente de Culúa en guarnición. Durmió con todo su ejército en una casa de placer y huerta que tiene una legua, y está muy bien cercada de piedra, y la atraviesa por medio un buen río. Los del lugar huyeron cuando fue de día, y los nuestros corrieron tras ellos hasta Xilotepec, que estaba descuidado de aquel sobresalto. Entraron, mataron algunos y cogieron muchas mujeres, muchachos y viejos que no pudieron huir. Esperó Cortés dos días a ver si venía el señor; y como no vino, prendió fuego al lugar. Estando allí se entregaron a él los de Yautepec; de Xilotepec fue a Coahunauac, lugar fuerte y grande, cercado de profundos barrancos; no tiene entrada para caballos más que por dos sitios, y éstos con puentes levadizos. Por el camino que fueron los nuestros no podían entrar a caballo sin rodear legua y media, que era muy gran trabajo y peligro. Estaban tan cerca, que hablaban con los del lugar, y se tiraban unos a otros piedras y saetas. Cortés les requirió de paz; ellos respondieron de guerra. Entre estas pláticas pasó el barranco un tlaxtalteca sin ser visto, por un paso muy peligroso, pero muy secreto; pasaron tras él cuatro españoles, y luego otros muchos, siguiendo todos las pisadas del primero; entraron en el lugar, llegaron adonde estaban los vecinos peleando con Cortés, y a cuchilladas los hicieron huir. Atónitos de ver que les habían entrado, que lo tenían por imposible, huyeron con esto a la sierra, y ya cuando el ejército entró estaba quemada la mayoría del lugar. Por la tarde vino el señor con algunos principales a entregarse ofreciendo su persona y hacienda contra los mexicanos. De Coahunauac fue Cortés a dormir, siete leguas de allí, a unas estancias por tierra despoblada y sin agua. Pasó mal día el ejército, de sed y trabajo; al otro día llegó a Xochmilco, ciudad muy bonita y sobre la laguna Dulce; los vecinos y otra mucha gente de México alzaron los puentes, rompieron las acequias, y se pusieron a defenderla, creyendo que podrían, por ser ellos muchos y el lugar fuerte. Cortés ordenó su hueste, hizo apear a los de a caballo, y llegó con algunos compañeros a probar de ganar la primera trinchera; y tanta prisa dio a los enemigos con escopetas y ballestas, que, aunque eran muchos, la abandonaron y se fueron mal heridos. Cuando ellos la dejaron, se arrojaron los españoles al agua; pasaron, y en media hora de pelear, habían ganado el principal y más fuerte puente de la ciudad. Los que le defendían se acogieron al agua en barcas, y pelearon hasta la noche, unos pidiendo paz, otros guerra, y todo era ardid para, entre tanto, alzar su ropilla y que les viniese socorro de México, que no estaba de allá más de cuatro leguas, y romper la calzada por donde los nuestros entraron. Cortés no podía pensar al principio por qué unos pedían paz y otros no, pero luego cayó en la cuenta; y con los caballos dio en los que rompían la calzada, los desbarató, huyeron, salió tras ellos al campo y alanceó a muchos. Eran tan valientes, que pusieron en aprieto a los nuestros, porque muchos de ellos esperaban un caballo sólo con la espada y la rodela, y peleaban con el caballero; y si no hubiese sido por un tlaxcalteca, hubiesen prendido aquel día a Cortés, pues cayó su caballo, de cansado, porque hacía gran rato que peleaba. Llegó en esto la infantería española, y huyeron los enemigos. En la ciudad mataron a dos españoles que se desmandaron solos a robar. No siguieron el alcance, sino que se volvieron en seguida al lugar a descansar y cerrar lo roto de la calzada con piedras y adobes. Cuando en México se supo esto, envió Cuahutimoc un gran batallón de gente por tierra, dos mil barcas por agua, con doce mil hombres dentro, pensando tomar a los españoles a mano en Xochmilco. Cortés se subió a una torre para ver la gente, y con qué orden venía, y por dónde combatirían la ciudad; se asombró de tanto barco y gente, que cubrían agua y tierra. Repartió a los españoles a la guardia y defensa del pueblo y calzada, y él salió a los enemigos con la caballería y con seiscientos tlaxcaltecas, que partió en tres partes, a los cuales mandó que, roto el escuadrón de los contrarios, se replegasen a un cerro que les mostró a una media legua. venían los capitanes de México delante con espadas de hierro, esgrimiendo por el aire y diciendo: "Aquí os mataremos, españoles, con vuestras propias armas". Otros decían: "Ya murió Moctezuma; no tenemos a quién temer para no comeros vivos". Otros amenazaban a los de Tlaxcallan; y en fin, todos decían muchas injurias a los nuestros, y exclamando: "México, México, Tenuchtitlan, Tenuchtitlan", andaban a prisa. Cortés arremetió a ellos con sus caballos y cada cuadrilla de los de Tlaxcallan por su parte, y a puras lanzadas los desbarató; mas luego se ordenaron. Como vio su concierto y ánimo, y que eran muchos, rompió por ellos otra vez, mató algunos y se replegó hacia el cerro que indicó; mas como lo tenían ya tomado los contrarios, mandó a parte de los suyos que subiesen por detrás, y él rodeó lo llano. Los que estaban arriba huyeron de los que subían, y dieron en los caballos, a cuyos pies murieron en poco rato quinientos de ellos. Descansó Cortés allí un poco, envió por cien españoles, y cuando vinieron, peleó con otro gran escuadrón de mexicanos que venía detrás; lo desbarató también, y se metió en el lugar, porque lo combatían por tierra y agua intensamente, y con su llegada se retiraron. Los españoles que lo defendían mataron a muchos contrarios, y tomaron dos espadas de las nuestras; se vieron en peligro, porque los apretaron mucho aquellos capitanes mexicanos, y porque se les acabaron las saetas y almacén. Apenas se habían ido éstos, cuando entraron otros por la calzada con los mayores gritos del mundo. Fueron a ellos los nuestros, y como hallaron muchos indios y mucho miedo, entraron por medio de ellos con los caballos, y echaron infinitos al agua, y a los demás fuera de la calzada, y así se pasó aquel día. Cortés hizo quemar la ciudad, excepto donde habitaban los suyos; estuvo allí tres días, en los cuales ninguno dejó de pelear; se marchó al cuarto, y fue a Culuacan, que está a dos leguas. Le salieron al camino los de Xochmilco, mas él los castigó. Estaba Culuacan despoblada, como otros muchos lugares de la laguna; mas como pensaba poner por allí cerco a México, que hay legua y media de calzada, se estuvo dos días derrocando ídolos y mirando el sitio para el real y dónde poner los bergantines, que tuviesen buena guarida; dio vista a México con doscientos españoles y cinco de a caballo; combatió una trinchera, y aunque se la defendieron duramente, la ganó; mas le hirieron a muchos españoles. Se volvió, con tanto, para Tezcuco, porque ya había dado vuelta a la laguna y visto la disposición de la tierra. Tuvo otros encuentros con los de Culúa, donde murieron muchos indios de una y de otra parte; pero lo dicho es lo principal.